Asturias (España) tiene una de las tasas de suicidio más altas de Europa: cada año, alrededor de 150 personas se quitan la vida en un territorio de únicamente un millón de habitantes. Esta problemática suicida, tradicionalmente considerada tabú, va ganando espacio en las conversaciones de la calle y en los medios de comunicación, poniendo de manifiesto que la preocupación de la sociedad va en aumento. Las instituciones redoblan esfuerzos para atajarla: los colegios reparten guías para prevenir las conductas suicidas y los hospitales multiplican la asistencia psicológica.
El enfoque de la conducta suicida es multicausal, pero podemos observar una tendencia en aquellos casos cuyo origen está en un entorno rural, en los pueblos remotos de la cordillera Cantábrica. Los suicidas emprenden un viaje fatal que tiene como origen el verde de las montañas y como último destino el azul del mar y de los acantilados, lugar escogido por muchas personas para finalizar sus vidas en relativa calma, en un escenario tranquilo, apacible y sin límites en el horizonte.
A través de este trágico recorrido que atraviesa Asturias de sur a norte, observamos paisajes de muy diversa índole donde el suicidio también se manifiesta: aldeas remotas, acantilados rocosos, embalses... pero, sobre todo, en puentes y viaductos. La región cuenta con más de 1.500 y, debido a su estructura vertical, se convierten en instrumentos colaboradores en estas muertes.
Varios de los concejos con las tasas más altas de suicidios son mineros. La dureza del trabajo en la mina se compensaba económicamente con buenos sueldos, pero la crisis de la minería dejó en paro a varias generaciones acostumbradas a una vida abundante en excesos. El trabajo y el dinero desaparecieron, pero algunas adicciones se quedaron. Esta situación desembocó en un empeoramiento de la salud mental y en un aumento de las estadísticas suicidas. Una expresión local alude a la depresión que sufrieron tantos mineros tras su jubilación forzosa, incapaces de acostumbrarse a sus nuevas circunstancias de predominante letargo e inactividad: “una vaca en el pasillo”.
Asturias has one of the highest suicide rates in Europe: every year, around 150 people take their own lives in a territory of only one million inhabitants. Addressing this problem has become a priority for the Ministry of Health and Education. Guides to prevent suicidal behaviour are being distributed in schools, and psychological assistance in hospitals and health centres is being strengthened.
Although the approach to suicidal behaviour is multicausal, we can observe a trend in cases from rural environments. Victims of suicide embark on a fatal journey from the green mountains to the cliffs of the blue sea, the chosen place to end their lives without limits on the horizon.
Through this tour, we observe very diverse landscapes where suicide also manifests: remote villages, cliffs, water reservoirs... but, above all, on bridges and viaducts. The region has more than 1,500, and due to their structure, they become collaborating instruments in these deaths.
Several of the councils with the highest suicide rates are mining communities. A good salary used to offer financial compensation for the harsh work in the mines. However, several generations accustomed to an abundant and excessive lifestyle were left unemployed by the mining crisis. While work and money disappeared, addictions remained. This situation led to a deterioration in mental health and an increase in suicide rates. A local expression refers to the depression many miners suffered following their forced retirement, unable to adapt to their new circumstances: "a cow in the hallway".